Por Antonio Turiel
En los últimos años se han ido operando una serie de cambios muy importantes en el mundo, particularmente en lo que se refiere al mercado de petróleo. Según las preferencias y sesgos de cada uno, la interpretación que se les da a los diversos hechos puede ser muy diferente, pero en general puede haber una gran coincidencia al señalar que se están operando transformaciones de gran calado, y que estos cambios se dan sin que se publiciten en demasía, a pesar de lo que anticipan y de las consecuencias que traerán.
Un país que a día de hoy sigue siendo crucial para el normal funcionamiento del mundo y donde se están produciendo muchos cambios es Arabia Saudita. No voy a entrar a analizar la compleja situación política de una monarquía ejercida por una grandísima familia cuyos miembros siguen un extraño sistema de rotación por el trono; y tampoco discutiré las enormes injerencias geopolíticas que ejerce en otros países (la presión que ejerce sobre Irán o Emiratos Árabes Unidos), por no hablar de la intervención militar directa en otros casos (Yemen siendo el peor exponente en la actualidad, pero los saudíes han metido las narices en muchos países de la zona, incluyendo Bahrein – país que ocupó militarmente hace unos años – o Siria). Lo que sí que quiero abordar en el post de hoy es la situación de Arabia Saudita por lo que se refiere al petróleo, su principal fuente de ingresos, amén de su importancia para el mundo entero ya que Arabia Saudita es el mayor exportador de petróleo del mundo.
En 2012 se publicó un estudio de Citigroup que establecía que hacia 2030 Arabia Saudita dejaría de exportar petróleo, ya que su curva de producción (decreciente que sería en aquel momento) se encontraría con la de demanda interna del país (que hace muchas décadas que es creciente). Al margen de la mayor o menor precisión en la datación de la efemérides, lo que el informe nos decía es que en algún momento de las siguientes dos décadas alguna cosa cambiaría de manera fundamental en el mundo, puesto que el cese de exportaciones del principal exportador de petróleo del mundo no es un asunto menor. Y preocupante también era que el plazo dado, unas dos décadas, no era excesivamente dilatado – y más preocupante es ahora, que prácticamente hemos consumido la primera.
En los años que siguieron al informe de Citigroup se hicieron numerosos anuncios de que el reino saudí iba a apostar fuerte por fuentes de energía alternativas al petróleo. Se habló de que quería construir 16 centrales nucleares para, precisamente, 2030 – aunque actualmente la pretensión se ha rebajado a solo 2. Después, y aún ahora, se dice quevan a apostar por un grandísimo despliegue de sistemas de energía renovable, fundamentalmente fotovoltaica, también para 2030. Mientras tanto, el tiempo va pasando y no acaba de quedar claro por qué va a apostar el reino wahabita y la fecha crítica continúa acercándose.
Hace dos años se anunció que la bastante secretista compañía nacional de petróleo saudí, Aramco, que tiene la exclusiva de las concesiones de petróleo del reino, iba a efectuar una oferta pública de acciones, por un paquete total del 5% de la compañía. Para poder optar a realizar esta oferta a través de los principales mercados de acciones del mundo, y particularmente del parqué norteamericano, Aramco debía de cumplir con una serie de requisitos bastante estrictos, y uno de ellos era tener una auditoría probada de sus reservas de petróleo. Esto, justamente, era un escollo muy importante, porque durante las dos últimas décadas las reservas de petróleo declaradas de Arabia Saudita se han mantenido inamovibles en los 260.000 millones de barriles de petróleo, a pesar de que, lógicamente, durante ese período se ha ido extrayendo más y más crudo (actualmente, casi 4.000 millones de barriles al año). El caso es que, en un extraño movimiento, Arabia Saudita anunció que sus acciones serían vendidas primeramente – y luego solamente – en su mercado nacional. La actitud saudí levantó muchas suspicacias y al final la oferta pública de acciones fue retirada, en un reconocimiento tácito – pero siempre explícitamente negado – de su fracaso.
Claramente Aramco necesitaba cambiar su estrategia. Así que encargó a dos grandes y reconocidas firmas de auditoría que auditasen sus reservas de petróleo, y tras más dos años de trabajo el resultado de esta auditoría fue publicado en enero de 2019.
El resultado de la auditoría dejó perplejo a muchos: las reservas de petróleo estimadas eran ligeramente mayores a las declaradas anteriormente por Aramco, llegando a rozar los 270.000 millones de barriles de petróleo. La noticia en general fue saludada por los mercados: mayores reservas de petróleo significan que la compañía es más valiosa, y que por tanto la oferta pública de acciones (que todo el mundo da por hecho que se volverá a intentar) es un caramelo muy apetecible.
En el mundillo peakoiler, sin embargo, la noticia fue recibida con mucho escepticismo. Muchas personas creen que de alguna manera los auditores se han dejado sobornar y han maquillado los números, ya que diversas estimaciones usando la linearización de Hubbert indicaban que las reservas actuales de Arabia Saudita deberían ser mucho menores, del orden de una cuarta parte de lo que dice la auditoría. Sin embargo, dado el progreso en las técnicas de exploración y extracción, y los ligeramente mayores precios del petróleo actuales, no es completamente imposible que el monto total de las reservas de petróleo de Arabia Saudita se encuentren actualmente en un valor tan elevado (como explica Robert Rapier).
Dejando al margen la interesante disputa de si los auditores han decidido arruinar su imagen corporativa a cambio de un puñado de dólares (según esta teoría conspirativa, porque saben que, total, al negocio del petróleo tal y como lo entendemos hoy en día le quedan 10 años de vida a lo sumo), y el hecho de que lo importante no son las reservas sino la producción, hay un detalle muy interesante que se ha pasado por alto en medio de esa discusión. De acuerdo con el pliego de la oferta pública de acciones de la propia Aramco, valoran la compañía en 2 billones de dólares (lo que corresponde a valorar el 5% de la compañía en 100.000 millones de dólares). Asumiendo que el único activo relevante de Aramco fueran esos 267.000 millones de barriles de petróleo de sus reservas ahora probadas, eso correspondería a un beneficio de 7,5 dólares por barril. Incluso esperando un retorno de la inversión del 5% anual durante los próximos 20 años, eso supone esperar un beneficio máximo por barril de 20 dólares, con un beneficio medio de 12,4 dólares por barril. Teniendo en cuenta que el coste de extracción por barril se estima en unos 20 dólares para el petróleo de Arabia Saudita y que el precio actual por barril es de unos 60 dólares (es decir, 40 dólares de beneficio), la valoración de Aramco parece ridículamente baja. Máxime cuando, además, no se han contabilizado ni las reservas de gas natural ni otros activos (oleductos, refinerías, petroleros, etc) que obviamente también tienen un valor y no es insignificante. Y sin embargo hay analistas que dicen que en realidad Aramco vale la mitad de lo que se dice.
Hay por tanto alguna cosa que no cuadra en todo el discurso que se está haciendo, y que probablemente tiene que ver con la estimación sobre la producción futura de petróleo saudí. Y es que al margen de cómo de grandes sean las reservas, lo que cabe esperar es que la producción de Arabia Saudita irá bajando a lo largo de los próximos años. Por tanto, no tiene sentido pensar en todos esos barriles, porque solo una fracción rápidamente decreciente saldrá cada año. Qué más da tener en potencia cientos de miles de millones de barriles de petróleo, si irán saliendo con cuentagotas, y eventualmente llegará a un ritmo que no va a permitir mantener el negocio como hasta ahora. Y además, porque se tienen que pagar grandes impuestos para poder financiar la estructura de Arabia Saudita, para que el propio reino no colapse.
Confirmando que la situación de Arabia Saudita no es tan boyante como se podría presuponer después de la reciente auditoría de Aramco, la compañía lleva ya unos años comprando activos en el extranjero, incluso en los EE.UU. Y no solo está comprando refinerías y gasolineras para llegar a la fracción de mayor valor añadido del negocio del petróleo, no: también está comprando (o intentando comprar) derechos de explotación de petróleo, a través de la compra de otras compañías, y en particularlas que operan en el sector del fracking americano (que como sabemoses un negocio ruinoso). Una estrategia un tanto extraña para una compañía que teóricamente controla tan vastas reservas de petróleo, el 16% de todas las que existen en el planeta Tierra… de no ser, claro, porque obviamente no puede producirlas todas al ritmo adecuado.