Por: Paulo Pantigoso. Country Managing Partner, EY
Existen diversos factores para sentirnos orgullosos de los logros alcanzados como país. Por ejemplo, a fines de este año alcanzaremos los 20 años de crecimiento consecutivo de nuestro PIB y superaremos los US$ 50.000 millones en exportaciones totales, pero como economía emergente tenemos muchas brechas por cerrar, algunas más evidentes que otras.
Así, las brechas en educación, salud e infraestructura son las preponderantes o más urgentes, pero si nos estacionamos en ellas estaremos dejando de lado una transversal y crucial para el despegue del país: la innovación.
No es nada nuevo, pero el mensaje claramente no ha sido asimilado por la mayoría, y los números lo reflejan. Según el último Ranking Global de Competitividad 2018 del Foro Económico Mundial (WEF) nos encontramos en el puesto 63 de 140 economías; y hemos retrocedido tres casillas frente al ránking pasado. Uno de los factores que explica esta situación tiene que ver con nuestro poco masivo ecosistema innovador y el pobre apoyo estatal para ello, reflejado en los pilares con mayor retroceso: dinamismo de negocios (puesto 92) y capacidad de innovar (puesto 89).
Tenemos que entender que hoy el mundo es el mercado de la competencia. Aunque hemos ganado terreno en algunos sectores, la falta de valor agregado sigue siendo nuestro talón de Aquiles. La mejor forma para cambiar este panorama es apostando por la I+D+i (investigación, desarrollo e innovación). Aún más si a nivel regional tenemos, delante de nosotros, a países con los que competimos directamente y que nos vienen sacando ventaja: Chile, Mexico, Uruguay, Costa Rica y Colombia.
Hoy el Perú invierte el 0,1% del PIB en I+D+i, un valor bajísimo si lo comparamos con economías como la de Israel que invierte cerca del 5% de su PIB. Cabe resaltar que Israel tiene un PIB un 65% mayor al nuestro, por lo que su inversión nominal se vuelven aún más significativa, algo sumamente rescatable, ya que no tienen los recursos naturales que nosotros manejamos.
La falta de valor agregado sigue siendo nuestro talón de Aquiles. La mejor forma para cambiar este panorama es apostar por la I+D+i.
Así como existen gobiernos apostando por la innovación como estrategia de crecimiento y desarrollo, tenemos organizaciones mundiales haciendo lo mismo, y con extraordinarios resultados. Una de ellas es Amazon, la cual invirtió en 2017 cerca de US$ 22.600 millones en I+D+i; 130 veces más que la inversión en todo 2017 de I+D+i en el Perú. Para Amazon, esta inversión ha sido un factor valioso que ha contribuido en el incremento de 31% de sus ventas anuales. ¿Qué podría lograr el Perú invirtiendo al menos el 2% de su PIB en innovación? Lo más probable es que beneficie al crecimiento del país, genere valor agregado y nuevas fuentes de ingresos, aporte nuevos puestos de trabajo, diversifique nuestra cartera de productos y servicios, posicione más al Perú en la esfera mundial, y más.
Debemos aprovechar nuestra situación privilegiada como país y sacarle partido al bono demográfico, que, de la mano de una sólida apuesta por la innovación, podría ser una buena fórmula para dar el salto a una economía desarrollada. El Estado ha dado pasos aún muy cortos por promover la inversión en innovación, pero esta apuesta le corresponde tanto al sector público como al privado. Para este último es un must para su crecimiento y sostenibilidad en un mercado que premia y privilegia la competitividad.