El río que suena

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Antonio Turiel
Científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC

Cuando faltan poco más de dos semanas para que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publique su informe anual, el World Energy Outlook (WEO), la propia AIE acaba de sacar un informe especial sobre economías productoras de hidrocarburos. Este informe especial se considera un apéndice del WEO. Es bastante habitual que la AIE saque informes especiales sobre aspectos particulares que se abordan en los WEOs, pero como norma general aparecen bastante más separados en el tiempo (por ejemplo, lo más frecuente es que saquen un informe a mitad del año que va de un WEO al siguiente). Es por eso que este informe (que se puede descargar y consultar libremente aquí) resulte un tanto peculiar, como si tuvieran una cierta urgencia por dejar algunos temas zanjados antes de que se publique el WEO 2018.

La AIE quiere analizar qué está pasando y qué va a pasar a los países con economías que dependen más fuertemente de los hidrocarburos. A tal fin, define una economía productora aquella que:

  • Produce grandes cantidades de petróleo y/o gas.
  • La exportación de hidrocarburos representan al menos un tercio del valor total de sus exportaciones.
  • Los ingresos que producen la explotación del petróleo y/o gas representa al menos un tercio de los ingresos fiscales (impuestos y tasas).

Con esta definición, la AIE identifica 6 países con economías productores (y por tanto dependientes) de hidrocarburos: Rusia, Arabia Saudita, Irak, Nigeria, Venezuela y Emiratos Árabes Unidos.

Hay una de las gráficas de la nota de prensa que resulta muy reveladora a la hora de entender qué ha pasado con esas 6 economías exportadoras durante los últimos años, y que nos muestra la evolución de sus ingresos netos:

Como se ve, todos estos países han sufrido enormemente con la caída de precios que comenzó a finales de 2014, pero no todos han sufrido de la misma manera. Mientras que Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Rusia han aguantado el tipo razonablemente bien (sus ingresos son aún alrededor de la mitad de lo que lo fueron en los buenos tiempos), el impacto ha sido enormemente mayor en Nigeria y en Venezuela, con los ingresos reducidos a una ínfima porción. Llama la atención el caso de Irak, el cual, como durante los años buenos iba muy lastrado por ISIS y por la insurgencia en general, no ha visto muy reducidos sus ingresos actuales respecto a los históricos.

Rubrica estas observaciones la gráfica sobre la evolución de la recaudación fiscal en estos países como porcentaje de su PIB.

Aquí se ve que quien claramente está en peligro es Venezuela, para quien el déficit fiscal supera el 20% del PIB durante todo el período 2015-2017. El segundo país con peor déficit fiscal es Arabia Saudita, con un déficit por encima del 10%, el cual se explica no solo por la caída de ingresos y el mantenimiento de numerosos subsidios, sino por el esfuerzo militar que está efectuando en Yemen.

Analiza el informe seguidamente cómo ha evolucionado la inversión en exploración y desarrollo (upstream) en esos 6 países. Es una información muy interesante, porque generalmente no se llega a ese nivel de detalle.

Se habrán fijado que a pesar de ser solo seis países, nos dan extrañamente agregados los gastos de Emiratos Árabes Unidos, Irak y Arabia Saudita, lo más probable para que no se note que donde está cayendo más fuertemente la inversión es en el reino saudí. Y es importante esconder ese cadáver en el armario, porque la falta de inversión en Arabia Saudita le precipita en su peak oil, el cual será el del mundo. De los otros países, llama la atención que Rusia ha mantenido, pese a todo, muy elevada su inversión en upstream: los rusos lo siguen intentando. Y donde claramente la industria del petróleo ha colapsado casi completamente es en Venezuela y en Nigeria. Como comentan en el interior, los otros 4 países se han podido adaptar mejor a la nueva situación gracias a la deflación de costes, y en el caso de Rusia al cambio de divisas favorable a la inversión en petróleo.

El resto del primer capítulo informe es una discusión bastante larga sobre la estructura productiva de estos países y se comienza a discutir sobre las alternativas de generación de energía, principalmente solar en los más insolados. Lo cual no deja de ser, irónicamente, un brindis al Sol, cuando después una gráfica del mismo informe recoge que en el período 2010-2017 el único sector que crece, o que menos decrece, es el del petróleo.

El segundo capítulo corresponde a una discusión sobre las perspectivas de futuro. La AIE utiliza aquí los escenarios habituales que se usan en los WEOs para proyectar qué concretamente pasará en estos países. Y la cosa es bastante clara ya desde el resumen ejecutivo del capítulo: en el escenario de Precios Bajos, los precios nunca se recuperan del todo y estos países sufren de déficits crecientes y reducción del gasto público (como si tal cosa se pudiera mantener así, sin un estallido social, durante 25 años, máxime cuando sabemos, por ejemplo, que hacia 2035 Arabia Saudita dejaría de exportar petróleo). En el escenario de Desarrollo Sostenible la cosa es aún peor, ya que se esperan en ese período un pico de demanda del petróleo (esa falacia lógica del pico de demanda que ya hemos discutido aquí con anterioridad). En ese caso, nos dicen que las economías productoras tendrían que adaptarse a un escenario de un mundo donde se consumiría menos petróleo. La pregunta es cómo van a hacer eso sin colapsar. La solución que propone la AIE es que estos países asciendan en la cadena de valor, concentrándose en el refinado del petróleo y en los usos no combustibles del petróleo. Esto es muy interesante, porque dada su gran riqueza como materia primera química efectivamente el peor uso que se le puede dar al petróleo es simplemente quemarlo. La AIE está probablemente sugiriendo que, en un escenario en que el petróleo no va a ser abundante ni barato, se especialice como un producto de mayor valor añadido, lo cual tiene bastante sentido. Lo que resulta cómico es que unas líneas más abajo leamos que los EE.UU. van a seguir expandiendo su explotación de fracking cuando lo que se está descontando ya es cuándo acabará colapsando (más tarde o más temprano en función de cuánto más quiera gastarse Trump en apuntalarlo).

Es en este capítulo donde se discuten los problemas sociales y culturales, aparte de económicos, muy serios que se padecen en estos lugares, particularmente Venezuela y Nigeria. A pesar de la gravedad y profundidad de los mismos (aquí se comentó en su momento sobreNigeria), y que pueden dar al traste con cualquier previsión, el tratamiento de estos problemas es bastante epidérmico.

Se discuten otras cuestiones relevantes en el capítulo, pero la parte más interesante es la antes referida «captura del valor añadido». Hay una reveladora gráfica en esta sección, sobre la evolución del consumo de petróleo en Arabia Saudita para la producción de electricidad:

Es decir, que en Arabia Saudita se gasta de media medio millón de barriles diarios para la producción de electricidad, lo cual representa alrededor del 5% de toda la producción de petróleo de ese país. Los máximos de consumo, siempre en verano, han bajado apreciablemente los últimos años, seguramente a causa de la crisis de precios. La insistencia en que Arabia Saudita debe hacer un esfuerzo en pasarse a la fotovoltaica que se hace justo a continuación y durante varias páginas debe entenderse, por tanto, que está diciendo: «como medio para liberar al mercado ese medio millón de barriles diarios».

Para que quede claro que esto va de rebañar las ultimas migas del plato, entre los temas que se discuten a continuación nos encontramos la experiencia de Oman para hacer recuperación de petróleo mejorada usando energía fotovoltaica. En vez de intentar usar esa energía directamente, usarla para seguir extrayendo petróleo: toda una incoherencia, de no ser que lo que realmente importa aquí es que el petróleo siga fluyendo. Y por supuesto luego se habla de la reforma energética, poniendo a Indonesia y a México de ejemplos. Nuestros lectores de aquel último país podrían contarnos qué gratas experiencias tienen con esas reformas, e.g., el gasolinazo, y eso que en México solo se ha tocado, por ahora, la punta del iceberg.

El contexto de este informe es fácil de comprender cuando uno ve la distribución estadística de los costes de producción de los diferentes hidrocarburos líquidos que hay en el mundo.

Y es que los países productores de los que hablamos son los que tienen el petróleo más fácil (menos costoso) de producir. Estos países son por tanto críticos para evitar, o al menos retardar, tener que adentrarnos en el terreno del petróleo no asequible, que es el que nos precipita por la pendiente de la espiral de la destrucción de oferta – destrucción de la demanda. Los lectores más experimentados habrán notado quizá que la curva de arriba está truncada, y solo considera los 650 mil millones de barriles más asequibles del mundo. Cosa curiosa porque no hace tanto se cifraban los recursos convencionales en un billón (español) de barriles, y cuando uno se va a los no convencionales las cantidades son de unos cuantos billones, incluso más de 8 billones de barriles. La razón de este truncamiento, en esta época de la doble verdad y las realidades edulcoradas, en no enseñar toda la curva de costes: la inmensa mayoría de los recursos de hidrocarburos del mundo tienen unos costes tan estratosféricos que obviamente no son explotables. Con un consumo de petróleo global que está ya en los 36.000 millones de barriles al año, esos 650.000 millones representan a penas 18 años a ritmos constantes de consumo actual. Y como los nuevos yacimientos que se van encontrando no son, por lo general, más baratos que los actuales, quiere decirse que antes de que pasen 18 años los costes del petróleo que quede se van a disparar a valores que hacen imposible la actividad económica como está concebida actualmente.  De ahí la insistencia en aumentar el valor añadido en estos países, de ahí la invocación del «pico de demanda», porque se es consciente de que no habrá recursos de petróleo explotables a precios razonables. Esto era lo que era el peak oil: el fin del petróleo barato. No el fin del petróleo, sino del que era razonable producir, a los volúmenes de hoy en día. Se seguirá produciendo petróleo, pero cada vez menos, para un mercado cada vez más pequeño. Pero, contrariamente a lo que asume la AIE (esto es, porque se utilizarán otras alternativas energéticas mejores pero todo seguirá más o menos igual), será porque el mundo en su conjunto estará experimentando un prolongado proceso de decrecimiento económico, que será más o menos traumático en función de la inteligencia con la que se gestione.

Fuente: crashoil.blogspot.com

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