Si necesitan más pruebas de que la guerra comercial entre Estados Unidos y China no se trata solo de comercio, consideren lo que el secretario de Estado Mike Pompeo dijo sobre la segunda mayor economía mundial durante su reciente viaje a Latinoamérica.
«Cuando China llama, no siempre es para el bien de sus ciudadanos», advirtió.
«Cuando aparecen con acuerdos que parecen demasiado buenos para ser verdad, a menudo, ese es el caso».
La referencia a los acuerdos fue un intento velado de sembrar las dudas sobre el plan «Un cinturón, una ruta» (o la nueva Ruta de la Seda), un proyecto chino de US$124.000 millones que busca facilitar los vínculos comerciales y de inversión entre Asia, África, Europa y más allá.
El presidente Xi Jinping desveló el proyecto por primera vez en 2013, y es comúnmente visto como su «bebé«, pero los críticos consideran que forma parte de los esfuerzos de China por aumentar su influencia en el mundo.
El plan fue duramente criticado recientemente por lo que algunos llaman «la diplomacia de la deuda», dando a entender que cuando haces un acuerdo con China, acabas endeudado.
Los analistas subrayan que la presión estadounidense sobre Pekín ha empoderado a otros países para que alcen la voz contra China, mientras que, en el pasado, se hubieran mantenido en silencio.
Sri Lanka, Malasia e incluso Pakistán han expresado sus preocupaciones sobre el citado programa chino.
Y China no solo se enfrenta a las críticas estadounidenses por la llamada nueva Ruta de la Seda.
Fijémonos, por ejemplo, en los comentarios del secretario de Defensa James Mattis en el encuentro de Defensa que celebró la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) el pasado fin de semana.
Estados Unidos habitualmente critica las operaciones de China en el mar de China Meridional en este tipo de encuentros, pero esta vez fue un paso más allá.
«No nos intimidarán, y no cederemos, no podemos aceptar la militarización (China) del mar de China Meridional ni ningún tipo de coerción en esta región», señaló Mattis, reafirmando el compromiso de EE.UU. con la región y la libertad de navegación en esas aguas, según The Hill.
Los comentarios de Pompeo y Mattis no deben analizarse de manera aislada.
Son parte de lo que muchos observadores consideran una narrativa sobre China crecientemente agresiva en prácticamente todos los frentes por parte del gobierno de Trump.
Y es una narrativa que no nos debería sorprender.
Ha sido puesta de manifiesto constantemente y quizá nunca de forma tan clara como en el reciente discurso que ofreció el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, en el Instituto Hudson, sobre la política del gobierno hacia China.
Pence dijo : «Pekín está empleando un enfoque que implica al conjunto del gobierno, utilizando herramientas políticas, económicas y militares, así como propaganda, para ampliar su influencia y beneficios en Estados Unidos».
El vicepresidente tiene previsto asistir a la cumbre del Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC) en Papúa Nueva Guinea el mes que viene, donde se prevé que se encuentre cara a cara con el presidente chino, Xi Jinping.
Papúa Nueva Guinea es el último país en sumarse a la nueva Ruta de la Seda de China y es otro de los escenarios donde se puede esperar que se libre una de las batallas por la influencia entre Washington y Pekín.
Mientras Estados Unidos ve la guerra comercial como una oportunidad para corregir los errores que cree que ha sufrido durante décadas a manos de China por un comercio injusto, Pekín lo ve como un intento de Trump de frenar el ascenso del país asiático.
Así que, incluso si llegan a acordar algún tipo de resolución comercial -bastante improbable en este momento- el conflicto no desaparecerá. Ningún bando va a ceder rápido. Esto es solo el principio.