Por: Oscar Ugarteche y Alfredo Ocampo
Desde abril del 2018, las dos economías mundiales mayores se encuentran enfrascadas en la que se denomina la mayor guerra comercial de la historia. La guerra se gestó con la llegada de Trump a la presidencia. Para Trump y su equipo hay un problema con que Estados Unidos le venda 130,000 millones de dólares de bienes y servicios a China, pero le compre 505,000. Su percepción es que les están haciendo trampa.
El 14 de agosto de 2017 el presidente Trump le dio la orden al Representante del Comercio Robert Lighthizer de comenzar con la investigación de la Sección 302 del Office of the United States Trade Representative (USTR). A grandes rasgos se investigaron las prácticas comerciales “desleales” de China, los cuales van desde políticas y prácticas del país asiático relacionadas con la transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación hasta dumping, venta por debajo de costos de producción.
De acuerdo con el USTR, China tiene una política industrial para ser líder en tecnología, que se engloba en su meta de Made in China 2025[1]. Su preocupación es que Estados Unidos sea desplazado. Según la CIA, el PIB medido en dólares en PPA de China ya es mayor que el de Estados Unidos[2].
En este contexto, en marzo del 2018, EEUU le impuso aranceles al acero y el aluminio, pensando en dumping pero alegando razones de seguridad nacional. Ante tal situación, el 1 de abril la potencia asiática tomó represalias estableciendo aranceles por 3 mil millones de dólares (mmd) ver cuadro 1.
Entre marzo y setiembre del 2018 se han puesto aranceles a un total de 13,057 productos. De estos, 6,844 van por parte de EEUU y 6,213 de China. El valor estimado para las sanciones es de 250 mmd. y 113 mmd. respectivamente. Son más del doble por parte del país norteamericano en términos absolutos, pero afectan el 50% del comercio de China con Estados Unidos mientras que al revés afecta el 73% del comercio de Estados Unidos con China. Si bien es cierto que las represalias de China a EEUU son mucho menores que los ataques en monto, la historia cambia cuando las vemos como proporción de las importaciones que hace cada país de la economía contraria.
Esto quiere decir, que aun cuando los aranceles chinos son menos de la mitad que los estadounidenses (113 vs 250 mmd) el monto de los aranceles representaría casi tres cuartas partes de los productos que China importa de EEUU. En cambio, el monto de este último apenas representaría la mitad del valor de las importaciones chinas. La razón es que el universo americano es mucho menor que el universo chino de productos. Para China, las importaciones americanas representan sólo 8.45% del total mientras que para EEUU las importaciones chinas superan el 21%.
EEUU le ha impuesto una serie de aranceles no sólo a China sino a otros socios comerciales cercanos, como, Canadá, México y la Unión Europea, mientras China ha liberado aranceles a 1,585 productos de otros socios y cancelado todos los aranceles para los países menos desarrollados. El informe del 27 de abril del 2018 publicado por el USTR[3], advierte que hay 36 países bajo “supervisión” por prácticas similares a las de China. Siempre bajo la premisa de seguridad nacional.
Es decir, mientras EEUU crea mayores hostilidades internacionales, China afianza la cooperación. Mientras los aranceles le sirven a Estados Unidos como proteccionismo para América del Norte y sus industrias de baja competitividad, para China son una política industrial y de desarrollo.
Estados Unidos instaló sus fábricas en China para producir a costos laborales menores, por tanto, las cadenas globales de valor americanas incorporan bienes de dicho país. A la inversa, los chinos le compran a Estados Unidos algunos bienes de consumo y algunos bienes de capital., y, por lo tanto, pueden gravar el universo de productos americanos sin afectar su base productiva.
Esta guerra comercial en las narices de la OMC, se acompaña del quejido que los chinos les hacen ingeniería de reversa a sus productos y aceleran las innovaciones tecnológicas sin costo, en una repetición de que hicieron antes Japón y Corea del Sur. El problema es que los chinos innovan sin el costo hundido de la investigación. Productos que salen al mercado en Estados Unidos con cinco años de investigación, son rebasados por actualizaciones chinas meses más tarde, haciendo la innovación no rentable para los americanos, pero muy rentable para los chinos.
El paso más reciente de esta misma guerra comercial ha sido la incorporación en el tratado trilateral de libre comercio MEXCUSA, de una cláusula 32.10 Non-Market Country FTA que le impide a Canadá y México hacer tratados comerciales con países que no tengan economía de mercado: e.g. China y Cuba[4]. Para México, todo esto suma malas noticias.
Referencias
[1] https://ustr.gov/about-us/policy-offices/press-office/press-releases/201…
[2] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/20…
[3] https://ustr.gov/about-us/policy-offices/press-office/press-releases/201…
[4] https://ustr.gov/sites/default/files/files/agreements/FTA/USMCA/32%20Exc…