Por: Anthony Laub. Socio de Laub & Quijandría.
Fuente: Diario Gestión
- Un clima político hostil a la industria, una excesiva legislación ambiental y un aparato estatal con una bicefalia sectorial no ayudan al sector hidrocarburos.
Desde hace años, se viene alertando que la industria petrolera está en estado comatoso muy cerca del frío rigor mortis y, pese a ello, políticos y funcionarios públicos del sector persisten en obviar las alertas, los bajos niveles de producción, la casi nula inversión en exploración y los casi inexistentes nuevos contratos petroleros que el país suscribe. En los últimos 2 años y medio, se han perforado solo 5 pozos exploratorios y ninguno confirmatorio en todo el país. Da vergüenza, da pena.
Debe ser más importante para los políticos y autoridades los pingües réditos que creen obtener por sus desinformadas acciones, o atender pedidos como el de un grupo de pescadores -cuyos reclamos van por mejor infraestructura y seguridad y no por una imaginaria afectación de operaciones en ultramar lejos de la influencia de su actividad-, antes que la recuperación de una industria trascendente que permite al país ganar mucho dinero o lo condena a perder miles de millones al año.
Las decisiones y declaraciones de nuestros políticos y autoridades, nos han situado en una posición en la que se cree que, si el Perú suscribe un contrato con una regalía inferior al 35% o 40% está haciendo un mal negocio o peor aún que alguien se ha querido pasar de listo a costa del país. ¡Cómo si fuéramos Arabia Saudita!
Si bien el Perú no cuenta con reservas de talla mundial, sí tenemos las suficientes (bajo tierra) para cubrir 2 veces nuestra demanda (los 240K barriles/día). Pese a ello, nuestra producción es de unos escasos 40K barriles/día; cifra insignificante que nos obliga a importar (del Ecuador principalmente) el resto.
Aunado a nuestras exiguas reservas se suma un clima político hostil a la industria; una excesiva y rígida legislación ambiental; un aparato estatal con una bicefalia sectorial (Perupetro y MEM), elefantiásico y sometido al Ministerio del Ambiente (más ahora con la Ley Marco del Cambio Climático); con regiones y gobiernos locales que no coordinan entre ellas ni con el Gobierno nacional; “organizaciones civiles” (agitadores vinculados a la izquierda); las infaltables y poco transparentes ONG (muestren quién las financia); y, en general, una injusta y mala percepción del sector de parte de la sociedad.
Los políticos y autoridades creen que hablar de petróleo es razón suficiente para negociar imponiendo condiciones ajenas al mercado, inobservar leyes, crear obligaciones sociales no reguladas o creer que hay algo turbio detrás de un contrato. ¿No entienden que competimos con países que producen más petróleo y ofrecen mejores condiciones?
Tenemos una reforma a la Ley de Hidrocarburos que ayudaría a aliviar en algo esta severa situación que viene siendo discutida desde hace años sin que aún vea la luz. Sin embargo, para lo que sí somos expeditivos es para crear más burocracia, y que hoy se traduce en el estrenado Viceministerio de Hidrocarburos.
Los políticos y autoridades creen que hablar de petróleo es razón suficiente para negociar imponiendo condiciones ajenas al mercado, inobservar leyes, crear obligaciones sociales no reguladas o creer que hay algo turbio detrás de un contrato. ¿No entienden que competimos con países que producen más petróleo y ofrecen mejores condiciones?
Preguntas: ¿para qué sirve entonces Perupetro?; ¿el otrora vice ministro de Energía no entendía de hidrocarburos?; ¿los hidrocarburos no son energía?; ¿no existe ya dentro del MEM una Dirección General de Hidrocarburos (DGH) que solo ve hidrocarburos?; ¿el tener un viceministro supone que habrá mayor fluidez?; ¿no es acaso un nuevo estamento burocrático?; ¿eliminamos la DGH o Perupetro? Esperábamos que este experimento sorprendiera para bien, pero su inauguración no pudo ser menos auspiciosa al derogar los DS de los contratos de Tullow.
Los pseudoambientalistas y la izquierda nos enfrentan a una falsa y peligrosa dicotomía; tal como vienen haciendo con la minería al señalar: minería no, agro sí. Ahora traen esta misma infame estrategia a la industria al decir: “pesquería sí, petróleo no”; cuando lo cierto es que las actividades extractivas son perfectamente compatibles con la pesca, el agro, los bosques, el turismo, y cualquier actividad.
El Perú tiene actividad petrolera en la costa desde 1859 sin que nuestra riqueza ictiológica o los pescadores artesanales se hayan afectado. Hay más de siglo y medio de coexistencia armoniosa. Si alguien atenta contra la pesca y el cebiche son aquellos pescadores que no respetan las vedas y tallas mínimas, que usan aparejos o técnicas de pesca prohibidos o que contaminan su propio ambiente (ej. Chimbote, Máncora o Pucusana).
Por definición, la actividad petrolera moderna (igual que la minería), mejora la conservación y el cuidado del ambiente, pues es una industria que está profundamente regulada y supervisada, y si por alguna razón ocurriese un accidente o una negligencia, responde administrativa, civil y penalmente, por las consecuencias.
En el caso de Tullow, esta falsa dicotomía (pesca sí, petróleo no), es más evidente, pues la pesca artesanal que se quiere “proteger” se desarrolla dentro de las 5 millas marítimas, mientras que Tullow hubiese operado en ultramar; lejos, muy lejos de los pescadores que hoy conviven con plataformas petroleras sin mayor problema.
Estas perniciosas dicotomías solo generan pérdidas, enfrentamiento inútil con muertos o heridos en las protestas orquestadas por la izquierda y los “seudoambientalistas”, paralizan inversión privada (objetivo principal), mantienen pobreza en zonas urbanorurales (bolsones electorales), afectan la institucionalidad y minan la autoridad del Estado y suprimen su rol promotor de desarrollo y bienestar.
En el caso de Tullow, esta falsa dicotomía (pesca sí, petróleo no), es más evidente, pues la pesca artesanal que se quiere “proteger” se desarrolla dentro de las 5 millas marítimas, mientras que Tullow hubiese operado en ultramar; lejos, muy lejos de los pescadores que hoy conviven con plataformas petroleras sin mayor problema.
Creemos, pues, que lo más humano con la industria petrolera, en vez de seguir malgastando recursos en una actividad que no es bien vista por autoridades y polí- ticos y seguir maltratando a los inversionistas, es darle la estocada final y a la tumba. Total, pasar de importar el 85% del petróleo que consumimos al 100% es casi marginal.
A lo mejor lo que perdemos en inversión petrolera lo recuperamos con menos burocracia, menos escándalos sin fundamento (Karoon, Tullow, etc.), menos recursos que repartir por canon, menos “problemas sociales y ambientales”, y menos ruido político que aleje inversiones para otras industrias.
No sean sádicos, ¡mátenla ya! De lo contrario, déjenla vivir y desarrollar.