La participación del sector hidrocarburífero en la economía peruana se puede resumir en tres puntos: insuficiente para el autoabastecimiento, de producción sostenidamente declinante y que representa un magro 2% del PBI. Esta trilogía ha motivado a los sucesivos gobiernos de los últimos 18 años, a buscar revertir la situación. Sin embargo se ha encontrado entre diversas dificultades, con el rechazo de grupos organizados, muchos de ellos con razones fundadas, como es el caso de las comunidades amazónicas, donde los impactos ambientales son enormes, producto de operación irresponsable de empresas, con un estado cómplice que no les exigió remediaciones.
La oposición a la producción de hidrocarburos, también se ha empezado a dar por parte de los pescadores artesanales, que rechazan las operaciones en el zócalo continental. La defensa del Estado es insuficiente y contradictoria, el Poder Ejecutivo da explicaciones sin convencer y el Congreso se pone mayoritariamente del lado de los opositores. En ese contexto el gobierno dirigido por Martín Vizcarra, intenta conciliar la necesidad de inversión con la protesta social.
Mi pronóstico sobre el desenlace del intento componedor del gobierno es pesimista. El discurso de los funcionarios del Poder Ejecutivo no genera ni ascendencia, ni credibilidad. Tampoco hay la fortaleza política suficiente para que cuando sea necesario y asista la razón, tener la autoridad de imponer la racionalidad. Seguiremos el mismo derrotero de no ser un terreno no muy propicio para la inversión, a pesar de las buenas intenciones.
Mi pronóstico sobre el desenlace del intento componedor del gobierno es pesimista. El discurso de los funcionarios del Poder Ejecutivo no genera ni ascendencia, ni credibilidad.