Hoy nuestra gastronomía es eje de un acendrado orgullo nacional, qué duda cabe, conquistando un exigente mercado mundial. En los últimos años ya podemos decir que parte de la identidad aún en formación de los peruanos radica en nuestro abolengo culinario. Y este engrana en el clúster de la producción incremental de alimentos y superfoods que sirven para su elaboración, demandando el más consistente aumento de nuestras exportaciones agrícolas en las ya casi últimas dos décadas, hábilmente soportadas por regulación nacional eficaz en lo tributario y laboral. También por los tratados comerciales, que dotan de importante competitividad al sector agroexportador a nivel internacional.
Si esta historia de éxito funciona, conviene impulsar ser un país que apueste mucho más rápido y en forma masiva en ello, incidiendo en algunas ideas con las que invito a la reflexión, pues en la distribución de la generación de las fuentes de riqueza mundial, hoy estamos bastante más atrás en la apuesta por la producción de manufacturas de maquinarias o ensamblaje de celulares, por citar otros ejemplos que nos demandaría más, con más incertidumbre de resultados.
Así, rápidamente deberíamos explotar y multiplicar aquello en lo que somos probadamente destacados en el mundo, y producir más alimentos para nuestra reconocida cocina, pero con más productividad. Para ello, propongo combinar este arraigo de la peruanidad con la construcción de otros motivos de orgullo, que se concatenen con los actuales. Por siempre admiramos lo que nuestros ancestros hicieron en su legado arquitectónico (hay más de 44,000 “huacas” registradas en nuestro país), así que bien podríamos apostar por generar una corriente nacional de construcción de megaobras-símbolo de modernidad: a) un circuito de trenes longitudinales de costa y sierra (y sus correspondientes conexiones de unión costa-sierra y hasta selva, a manera de “peldaños” de una “imaginaria escalera” de red de conexiones), b) urgentes represas que contengan el valioso recurso hídrico, pues en casi todos los 52 ríos costeños se malgasta sin contención ni previsión para las épocas de estiaje, y c) apostar con fuerza por el turismo de clase mundial.
Inaugurada en 1936, la construcción de la represa Hoover en Estados Unidos galvanizó a la sociedad americana que acompañó con enorme orgullo la conquista de tamaña obra de ingeniería. A finales del siglo pasado, Corea del Sur celebró la llegada del tren expreso a cada población que conectó, con tamaño impacto en la autoestima y satisfacción nacional que era un orgullo asistir a su seguimiento noticiario y ser considerado obrero de tal megaobra de conexión patria. A eso mismo me refiero con a), el agregado de conectarnos más y mejor, pudiendo extraer nuestra producción exportadora de manera vigorosa, irrigada y multiplicada con b), y, de paso, aprovisionando a nuestro turismo, en lo cual la dación de nuevas leyes y promoción del turismo (tasa de impuesto a la renta anual a la mitad del régimen general, depreciación súbita al 100% y devolución inmediata del IGV) podrían generar un boom general para vivir del el también, con “Cancún peruano” incluido en las playas del norte.
Somos un país joven que debe emprender megaobras de una vez. Ya probamos recientemente ser estables aun en transiciones institucionales al más alto nivel, y no vale la pena acumular el doble de reservas internacionales netas sobre el PIB versus los demás países de la Alianza del Pacífico, por ejemplo, ni tener un límite de endeudamiento del 30% de PIB, cuando no somos Suiza en infraestructura. Por el contrario, toca justamente tomar riesgos e invertir a lo grande y con menor freno para aspirar a ser como Suiza. Y con equilibrio fiscal, por supuesto.